El riesgo de padecer ceguera es 10 veces mayor en una persona diabética ya que problemas visuales derivados de la diabetes, como la retinopatía diabética o el edema macular diabético, se sitúan entre las principales causas de ceguera en los países desarrollados.
La comunidad médica advierte de la importancia de realizar chequeos que permitan detectar esta dolencia y reducir así el elevado nivel de infradiagnóstico. Asimismo recomiendan a los diabéticos someterse a revisiones oftalmológicas periódicas que eviten el desarrollo de las enfermedades visuales asociadas.
La Federación Internacional de Diabetes, se estima que esta dolencia afectará a más de un 20% de la población europea en apenas 15 años, en gran medida debido al progresivo envejecimiento de la población. «Esta cifra será sensiblemente superior en España, donde la población envejece a un ritmo mayor que en el resto del continente debido a la mayor esperanza de vida», advierten.
Del mismo modo, denuncian, «existe un considerable infradiagnóstico en los casos de diabetes», y «un escaso conocimiento de la gravedad de ciertos problemas visuales asociados a esta dolencia». «De ahí la importancia acudir a revisiones oftalmológicas frecuentes para prevenir el desarrollo de enfermedades oculares graves como la retinopatía diabética o el edema macular diabético», añaden.
La retinopatía diabética consiste en el deterioro de los vasos sanguíneos que irrigan la retina, provocando fugas de fluido o sangre. Si la enfermedad avanza se forman nuevos vasos sanguíneos y prolifera el tejido fibroso en la retina, lo que tiene como consecuencia que la visión se deteriore, pues la imagen enviada al cerebro se hace borrosa. Esta dolencia afecta a más de un 30% de los diabéticos, lo que supone un 3% del total de la población en España, y es la causante de un 85% de los casos de ceguera en diabéticos de tipo I.
Mientras, el edema macular diabético consiste en la acumulación de líquido a nivel tisular, lo que provoca el engrosamiento de la retina y afecta a un 7,9% de los diabéticos de tipo II. Su síntoma característico consiste en la pérdida de la visión central que a veces se manifiesta como una percepción distorsionada de las caras u otros objetos. Un riguroso control glucémico y revisiones oftalmológicas periódicas también son esenciales en este caso, para evitar el desarrollo de la enfermedad y frenar su avance.
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